Archivo julio, 2012

El extranjero

Anoche tuve un sueño curioso. Reviví mi adolescencia (muy probable resultado de haber estado viendo viejas fotografías). El entorno, ¡Oh, imaginación!, era una mezcla entre pueblo marinero gallego y Buenos Aires, y se combinaban calles intrincadas y angostas de casas azulejadas con las anchas y luminosas avenidas del barrio en el que crecí.
Había en mi sueño bastante gente, pero no la reconozco. No sé si eran personas olvidadas o potpourris creados por mi subconsciente. Estábamos reunidos, o de copas, o viajando en coche, todos hablando.
Pero lo mas real del sueño era la sensación, un sentimiento que me ha acompañado toda mi vida: el de no encajar. Muchas veces era algo notable, «¿que hago yo aquí?», otras no, y me emocionaba, solo para caer tarde o temprano en la desilusión. Y es que me ha costado años y viajes entenderlo: algunos somos extranjeros, y eso tiene poco que ver con el país en el que hayamos nacido.
Los extranjeros pueden acercarse a los grupos locales, interactuar, comportarse como si pertenecieran. Pero en algún momento el grupo cerrará filas, quizás por una amenaza exterior, quizás por un conflicto entre un local y un extranjero. Y el resultado rara vez varía: «es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta». No intentes competir con eso. La cirugía puede ser mas o menos dolorosa, pero el cuerpo extraño se extirpa.
Y da igual dónde haya nacido. El extranjero no es alguien que ha nacido lejos, es alguien que no tiene lugar entre los demás. Puede llegar, sonreír, puede llevarse bien con los locales. Puede incluso participar como peón, dejarse utilizar. Pero no intente ir mas allá. Después de un par de copas, tome el próximo tren.

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Un país de borregos

España está en crisis, lleva mucho tiempo ya hundiéndose pero recién ahora parece que la gente se entera. Y no porque le faltase información, que la ha tenido abundante y de buena calidad (eso sí, en los medios alternativos) sinó porque lo que más le gusta a los borregos es taparse los ojos y mirar a otro lado.

El problema de España no es Rajoy y sus ministros, no es la Unión Europea ni el FMI ni el Banco Central. El problema de España son los millones de borregos adocenados, traidores, cobardes, vendepatrias filisteos, miserables y gusanos que no valen lo que un solo hombre en huelga.

Esos miserables desleales que siempre se aprovechan de la valentía, dignidad y osadía de los que luchan por sus derechos tienen la desvergüenza de alzar sus voces contra los que pregonan la necesidad de una huelga aludiendo a modo de escudo, su derecho a ir a trabajar, su derecho a que no les coacciones ni les amenaces.

Veamos, ¿cuantos casos documentados hay en momentos de huelga sobre obreros que les digan a sus compañeros «si vienes a trabajar te rajo las ruedas del coche, o te rompo los piños, o te tiro una piedra»? En caso de una acción en las que alguien impusiese a  un compañero una amenaza tan grave que produjese un vicio en el  consentimiento de este, podríamos hablar de COACCIONES o AMENZAZAS. Pero normalmente de lo que se trata es de que los esquiroles no se vean turbados en su ánimo de cucaracha, que no se propague su insolidaridad, que se le respete su acción de joder a los compañeros, como si eso no fuese una agresión. Como si con su acción de esquiroles no se estuviesen riendo del sacrificio de miles de personas que luchan para obtener mejoras de las que más tarde el esquirol se beneficiará.

Pero no, perdonen ustedes, pobrecito esquirol, no le agredan verbalmente haciendole ver en un espejo su miserable acción, respeten su «INEXISTENTE DERECHO A IR A TRABAJAR».  Porque lo más gracioso es que el esquirol siempre pide respeto a un derecho ficticio. No sabe o es que tal vez solo sabe repetir consignas de tertulianos fachas, que no tiene derecho a ir a trabajar; no sabe siquiera que en nuestra superior  norma,  la Constitución, solo se contempla y protege como un derecho fundamental el derecho a ir a la huelga. Ese es el derecho superior que «de momento»  prima y se protege todavía en nuestra maltratada constitución.  El otro argumento al que se alude es un enigmatico «derecho al trabajo», un derecho genérico, ninguneado y que evidentemente no tiene importancia, al menos eso parece por el tratamiento que la constitución le da al artículo 35: 

1. Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo.

Después de esta disquisición mejor será dejar para otro día la estupidez esa que contempla la constitución sobre que que tenemos el deber de trabajar  y relajarnos durante el fin de semana porque se acercan tiempos difíciles y no lo digo solo por el tema económico. Dífíciles porque además de hacernos morder el polvo, los hijos de puta malnacidos quieren que nos traguemos la bilis que nos generan.

¿A que viene que yo que llevo tanto tiempo sin escribir en mi blog arranque con tan mala hostia? A que acaban de robarme a mi y a un montón de compañeros, una vez más, y lo sorprendente es que una no piensa en los hijos de puta que gobiernan, sino en los hijos de puta cuya dignidad es equivalente a un total de 64 euros. Si, por si no lo saben la dignidad de un esquirol de justicia es equivalente a eso: 64 euros más o menos. Eso sí, para cualquier estúpida pantomima que no conlleve ningún riesgo en sus emolumentos están siempre preparados y dispuestos a protestar. Lo que pasa es que una ya se cansa, y a mi edad si salgo a la calle será a gritar, a cortar el tráfico y a montar bronca. En este país de borregos la experiencia histórica nos dice que si no la montas buena te cagan encima 40 años. Porque lo que es para mojarse, son muchos los llamados y muy pocos los que acuden.

 

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¿Qué herencia sino ésa recibimos? ¿Qué herencia sino ésa dejaremos?

Viviendo en un país lleno de gentes con mentalidad de esclavos o de sucia turba romana que solo piden «pan y circo» cómo no pensar en Luis Cernuda? Sí soy española, pero bien poco orgullo se puede tener ya.

Cuando allá dicen unos
Que mis versos nacieron
De la separación y la nostalgia
Por la que fue mi tierra,
¿Sólo la más remota oyen entre mis voces?
Hablan en el poeta voces varias:
Escuchemos su coro concertado,
Adonde la creída dominante
Es tan sólo una voz entre las otras.

Lo que el espíritu del hombre
Ganó para el espíritu del hombre
A través de los siglos,
Es patrimonio nuestro y es herencia
De los hombres futuros.
Al tolerar que nos lo nieguen
y secuestren, el hombre entonces baja,
¿Y cuánto?, en esa dura escala
Que desde el animal llega hasta el hombre.

Así ocurre en tu tierra, la tierra de los muertos,
Adonde ahora todo nace muerto,
Vive muerto y muere muerto;
Pertinaz pesadilla: procesión ponderosa
Con restaurados restos y reliquias,
A la que dan escolta hábitos y uniformes,
En medio del silencio: todos mudos,
Desolados del desorden endémico
Que el temor, sin domarlo, así doblega.

La vida siempre obtiene
Revancha contra quienes la negaron:
La historia de mi tierra fue actuada
Por enemigos enconados de la vida.
El daño no es de ayer, ni tampoco de ahora,
Sino de siempre. Por eso es hoy.
La existencia española, llegada al paroxismo,
Estúpida y cruel como su fiesta de los toros.

Un pueblo sin razón, adoctrinado desde antiguo
En creer que la razón de soberbia adolece
y ante el cual se grita impune:
Muera la inteligencia, predestinado estaba
A acabar adorando las cadenas
y que ese culto obsceno le trajese
.Adonde hoy le vemos: en cadenas,
Sin alegría, libertad ni pensamiento.

Si yo soy español, lo soy .
A la manera de aquellos que no pueden
Ser otra cosa: y entre todas las cargas
Que, al nacer yo, el destino pusiera
Sobre mí, ha sido ésa la más dura.
No he cambiado de tierra,
Porque no es posible a quien su lengua une,
Hasta la muerte, al menester de poesía.

La poesía habla en nosotros
La misma lengua con que hablaron antes,
y mucho antes de nacer nosotros,
Las gentes en que hallara raíz nuestra existencia;
No es el poeta sólo quien ahí habla,
Sino las bocas mudas de los suyos
A quienes él da voz y les libera.

¿Puede cambiarse eso? Poeta alguno
Su tradición escoge, ni su tierra,
Ni tampoco su lengua; él las sirve,
Fielmente si es posible.
Mas la fidelidad más alta
Es para su conciencia; y yo a ésa sirvo
Pues, sirviéndola, así a la poesía
Al mismo tiempo sirvo.

Soy español sin ganas
Que vive como puede bien lejos de su tierra
Sin pesar ni nostalgia. He aprendido
El oficio de hombre duramente,
Por eso en él puse mi fe. Tanto que prefiero
No volver a una tierra cuya fe, si una tiene, dejó de ser la mía,
cuyas maneras rara vez me fueron propias,
Cuyo recuerdo tan hostil se me ha vuelto
y de la cual ausencia y tiempo me extrañaron.

No hablo para quienes una burla del destino
Compatriotas míos hiciera, sino que hablo a solas
(Quien habla a solas espera hablar a Dios un día)
O para aquellos pocos que me escuchen
Con bien dispuesto entendimiento.
Aquellos que como yo respeten
El albedrío libre humano
Disponiendo la vida que hoy es nuestra,
Diciendo el pensamiento al que alimenta nuestra vida.

¿Qué herencia sino ésa recibimos?
¿Qué herencia sino ésa dejaremos?

Desolación de la quimera (1962) Luis Cernuda

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