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El angustioso aislamiento de la vida en Canarias
Por pereyra - derechos torcidos, politica - 27/06/2012
Mi cámara digital Olympus se ha averiado. Es una lástima, porque me gusta mucho, aunque sea antigua (en términos de equipamiento digital), y estoy tan habituado a usarla que no me gustaría cambiarla por otra.
En fin, que me he puesto en contacto con Olympus, y me han indicado que tengo que remitirles la cámara a través de la empresa de mensajería Nacex. Y aquí es donde empieza el abuso: En la empresa de mensajería me dicen que tengo que hacer una declaración de aduana, por lo que sale de la isla y por lo que entra, es decir que tendré que pagar aduana dos veces por mi cámara. Le digo que no es una venta, que se trata de enviar el objeto al servicio técnico oficial para España de la marca, pero me insiste que da igual, que debo pagar a un Agente de Aduanas para que verifique esa exportación/importación. Me dice que «aproximadamente», a falta de que el agente verifique la tarifa, me saldría unos 50€ sobre la base de que la cámara costase 200€ (aparte del gasto del envío propiamente dicho). La información es muy vaga, aunque intento que me especifique qué conceptos me cobrarán, no me ha dicho si tendré que pagar iva o igic, o si todo el importe es para satisfacer los «honorarios» del agente.
Me queda pendiente ir a Hacienda a informarme sobre la legalidad de este trámite, y sobre la posibilidad de realizarlo sin pasar por el agente de aduanas, que es un ente privado.
Algunos dirán: «pero ahí no pagan IVA». Y es verdad, aquí se paga IGIC del 5% en lugar del 18% de IVA, pero esa diferencia nunca se traslada al usuario final. Hay un pastel muy jugoso del 13% de todo el dinero que se gasta en Canarias, que alguien se lo queda, pero desde luego no son los consumidores.
El derecho a la pereza
Por pereyra - anarquia, derechos torcidos, pensamientos, politica - 24/05/2012
Al hilo de la entrevista a Chomsky que compartí hace unas semanas, aquí os dejo este documento histórico: Paul Lafargue – El derecho a la pereza.
De rabiosa actualidad («Los trabajadores, al cooperar con la acumulación de capitales productivos, contribuyen por sí mismos al acontecimiento que, tarde o temprano, deberá privarles de una parte de sus salarios.»), cuesta creer que tiene 130 años. Y es que las crisis son intrínsecas al sistema, no excepcionales, aunque la sociedad lo olvide, adormecida por el falso bienestar y con la ayuda de una educación manipulada y dirigida.
El trabajo es una forma de esclavitud, en la que hombres y mujeres abandonan su identidad, ceden su ser para que sea utilizado por otro, a cambio de los medios de subsistencia que le permitan llegar al día siguiente, y ocasionalmente le permitan comprar cosas que le hagan sentir que es feliz. Los derechos laborales conquistados durante el siglo XX no eran mas que un dique, una barrera para contener esa esclavitud en unos márgenes, mas o menos un tercio de la vida total, y la mitad del tiempo despierto de la persona. En el siglo XXI ese dique está siendo dinamitado alegremente, con la connivencia de gran parte de los explotados, que aceptan argumentos como el de «trabajar mas para ganar mas»que les venden justamente aquéllos que jamás trabajan pero se llevan las ganancias, y en la ignorancia de que da igual lo que ganen, seguirán igual («trabajad, trabajad para que, haciéndoos cada vez más pobres, tengáis más razón de trabajar y de ser miserables») . Aunque, es triste decirlo, la mayoría lo acepta sin siquiera argumentos.
En el texto de Chomsky explicaba a grandes rasgos esa eterna pregunta que repiten los que insisten en que la anarquía es utópica: «¿quién hará los trabajos que nadie quiere hacer?». Todos, quizás. Pero lo mas probable es que nadie, porque si hay trabajos que nadie quiere hacer, seguramente sea porque no deben ser trabajados, y porque la gran mayoría de la humanidad tiene que dejar de trabajar para satisfacer los deseos y caprichos de unos pocos.
Una extraña locura se ha apoderado de las clases obreras de los países en que reina la civilización capitalista. Esa locura es responsable de las miserias individuales y sociales que, desde hace dos siglos, torturan a la triste humanidad. Esa locura es el amor al trabajo, la pasión moribunda del trabajo, que llega hasta el agotamiento de las fuerzas vitales del individuo y de su prole.
En vez de reaccionar contra tal aberración mental, los curas, los economistas y los moralistas, han sacro-santificado el trabajo.
Hombres ciegos y de limitada inteligencia han querido ser más sabios que su Dios; hombres débiles y despreciables, han querido rehabilitar lo que su Dios había maldecido.
Yo, que afirmo no ser cristiano, ni economista, ni moralista, apelo a lo que en su juicio hay del de Dios; a los sermones de su moral religiosa, económica, librepensadora, a las espantosas consecuencia del trabajo en la sociedad capitalista.
El largo ovillo del 4F
Por pereyra - derechos torcidos, politica, protestas, Socialistas traidores a la clase obrera - 29/04/2012
Leer este artículo del Teleoperador me resulta muy, muy doloroso. Pero es necesario. En España, estado de derecho según dicen, los montajes policiales, las torturas y la connivencia del poder judicial están saliendo a flote constantemente. Y lo que ahora además admiten abiertamente, con la tranquilidad del que se cree totalmente impune: están encarcelando gente por aparecer en listas negras. Así como se lee con esa cara de «no puede ser, eso es cosa del pasado, de la dictadura«. La policía está yendo a buscar a sus casas a sindicalistas y acusándolos de desórdenes en las manifestaciones, y sólo los que pueden demostrar que no estaban donde se los acusa se libran de la cárcel. No hay para ellos ni siquiera libertad con fianza, van a la cárcel antes del juicio, antes de la investigación siquiera. Esto pone los pelos de punta, sencillamente porque es lo que quieren: gobernar con el terror.
Tartazo de Alta Velocidad
Por pereyra - derechos torcidos, humor, ilustracion, politica, protestas - 29/10/2011
Perpetuidad
Por pereyra - anarquia, derechos torcidos, politica - 8/10/2011
El PP propone cadena perpetua revisable. Los delincuentes no cumplen, dicen. Saben mucho de eso ellos. Son consecuentes: los políticos no cumplen, y se perpetúan en los gobiernos.