Hace poco fuimos a una manifestación por un vecino que creemos que está encarcelado injustamente. No hubo disturbios, no se entorpeció el tráfico (casi todo el camino fué por calle peatonal), ni siquiera se pateó una papelera. Nos seguían varias camionetas de antidisturbios y a las pocas cuadras se apresuraron a detener violentamente la manifestación.
Era una manifestación de jóvenes de izquierda (mayormente, aunque había gente de todas las edades).
Estos días se estan produciendo manifestaciones de vecinos xenófobos, que no quieren que en su barrio vivan gitanos. No es una reclamación política, sino económica: tienen miedo de que sus pisos puedan bajar de precio. Amén de que quieren que los marginales se queden para siempre al margen. En estas manifestaciones no hay antidisturbios, en cambio los acompañan unos cuantos policías locales que van cortando el tráfico para dejarlos pasar. Incluso ví como delante mío unos de estos «manifestantes» saltaban encima de un coche que intentaba salir por una calle lateral, abollándolo seguramente, pero nadie les dijo nada ¡y estábamos en frente de la jefatura de policía! la intención era cortar completamente el tráfico en la avenida con mas caudal de la ciudad (la marina).
Así es, hay distintas clases de manifestantes. Ya todos lo sabemos. Si reclamas por el uso de español tienes carta libre, si reclamas por el gallego hay porra libre. Si reclamas segregación la calle es tuya, si reclamas libertad y justicia es asociación ilícita.
(Sobre al maniobra de reubicación de chabolistas intentaré escribir en otro momento, porque el problema es mas de fondo)
#1 by Sergio on 29/03/2008 - 22:41
Inexorablemente la sociedad se dirige hacia una nueva revolución, producto de la suma de injusticias sociales que terminarán marginando a una mayoría a la supervivencia, o hacia una nueva sumisión, producto de la falta de esa revolución que he mencionado. Digo esto basándome en hechos concretos, por ejemplo, el hecho de que Roca pueda salir de la cárce pagando una fianza de un millón de dólares mientras que cualquier empleado público o ciudadano de clase media que aceptase o diese un soborno no podría ser excarcelado ni aunque dios intercediese.
La política, necesitada de fondos y fondistas, la justicia, atada al carro de las malas leyes, de las leyes que parecen consolidar las injusticias, la real división de la sociedad en dos clases, la clase pudiente y respetada y nosotros, los vitupereados, objetos reales a disposición de las empresas y sus caprichos, no son para nada las instituciones que uno creía existían y granatizaban la democracia.
El mundo de hoy sigue siendo el mundo de los privilegiados, el mundo de los nobles, de los distintos superiores y los iguales inferiores, y hasta que eso no cambie, hasta que el ciudadano medio no acepte que es de una CLASE distinta a la de los millonarios y que jamás, aunque se saque la lotería, podrá ingresar en ella, las cosas seguirán como hasta ahora.
Tenemos que recuperar la conciencia de clase, tenemos que unirnos, patalear y gritar todos al mismo tiempo si deseamos que las cosas cambien.
Un abrazo.
#2 by pereyra on 30/03/2008 - 0:11
Completamente de acuerdo, párrafo por párrafo.
Uno de los triunfos del sistema ha sido convencer a (casi)todos de que cualquiera puede hacerse rico.
Un colega mío (al que aprecio, aunque sea un capullo) me decía una vez que el no se mete con los ricos, porque él quiere ser rico algún día. Mientras tanto sobrevive con contratos temporales y el sueldo mínimo.
Y vale acotar que la(s) iglesia(s) tienen mucho que ver en todo esto.