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El hombre-máquina
Por pereyra - fotografÃa, pensamientos - 15/06/2012
Hoy me desperté muy temprano, soñando con una invasión alienÃgena. Era un asco de sueño, asà que preferà levantarme.
El cielo estaba completamente nublado, me vestà y salà con mi cámara a sacar fotos. Los dÃas nublados son mejores para fotografiar, al menos en blanco y negro, y al menos para mÃ. A pleno sol, y mas en este verano tropical, todo se ve brillante, es como si en un concierto el baterista golpease los platillos constantemente hasta que te duelen los tÃmpanos, pero en las retinas.
Cuando sacas fotos a pleno sol las luces son blanquÃsimas y las sombras son muy oscuras. Debes elegir una parte de la imagen, abrir o cerrar el diafragma de acuerdo a ello, y resignarte a perder el resto. Los ojos hacen algo parecido, pero de forma automática y muy rápida: allà donde miramos, enfocan y adaptan el diafragma. Siempre es en un punto, o una zona reducida (el tamaño de la zona que miramos depende, aparentemente, de cada uno). Y para el resto de la imagen el cerebro se encarga de corregirla, completarla o ignorarla. La cámara en cambio es precisa e implacable. Y también honesta, sin engaños ni realidades inventadas para ocupar el espacio vacÃo.
Sacar fotos es convertirse por un momento en máquina. Algunos creen que «usas» una máquina. Son los que no saben sacar fotos. Te conviertes en máquina, giras un anillo y enfocas con tu ojo mecánico, giras otro anillo y lo adaptas a la cantidad de luz. Pulsas un botón y guardas ese recuerdo para siempre.
La gente suele (o solÃa) sentirse defraudada al ver las fotos de sus vacaciones. Las fotos no representan lo que ellos vieron. Te dicen «lo que habÃa no se puede captar con una cámara». En realidad es que intentaban captar lo que habÃa en su mente, no lo que estaban mirando. Cuando te conviertes en máquina te das cuenta de lo que hay, y de lo que no hay. Y por eso dejas de hacer muchas fotografÃas. También dejas de estar feliz y triste.
El cine muchas veces ha retratado a hombres-máquina, y usualmente asÃ, porque los cineastas suelen conocer la cámara. En la literatura en cambio son diferentes.
Las cámaras modernas, y cada vez mas, abstraen a la persona de la máquina. No la humanizan, sencillamente la informatizan. La persona sigue deshumanizada y la máquina ha sido desmecanizada. La persona, que ha sacrificado el vivir la experiencia para fotografiarla (aunque sea por un momento), ya no la vive ni siquiera como máquina. La cámara saca la foto y la muestra: «Â¿estás conforme con éste recuerdo, o quieres otro?» ¿y como saberlo?.
Al final salió el sol. Se ha pasado el momento de la máquina y he vuelto a casa. La persona sigue ahà durmiendo. Espero que haya acabado la invasión alienÃgena.